¿Y si aprender no tuviera que pasar por una escuela? Ivan Illich, su crítica a la escuela y mi opinión.

¡HOLAAAA AMIGOS❤️! 

fotito hecha con chatgpt
IVAN ILLICH, cool. 
Hoy os traigo mi última entrada (dentro de la evaluación) y no podía dejar pasar la oportunidad de hablar de Illich y su tan famosa crítica a la educación. El miércoles que me leí este capítulo, llegué a clase ciertamente abrumada por toda la información que había leído, y las contrariedades que en mí se habían generado. Sin embargo, me quedé un poco más tranquila cuando vi que éramos bastantes en clase a los que esta lectura nos había impactado tanto. 

Para todos aquellos que me leéis y no sois de mi maravillosa clase, os voy a poner en contexto: 

Illich

En su obra La sociedad desescolarizada (1971), Ivan Illich realiza una crítica realmente abrumadora y radical al sistema educativo tal y como lo conocemos. Él nos dice algo así como "¡Oye, que escuela y educación NO SON LO MISMO!" 
Él entiende que la escuela se ha convertido en una institución que decide qué, cómo y cuándo debemos aprender, como si Ella fuese la única manera válida de adquirir conocimientos. Y todo ello es un problema bastante grande, pues al final no se están respetando los ritmos, ni intereses, ni contextos de las PERSONAS (sí, en mayúsculas y en negrita) que la conforman. Al final la escuela acaba por convertirse en una fábrica de títulos. Para mí, lo más loco es que lo escribió en los años 70, y 55 años más tarde, esta sigue siendo la realidad que nos rodea. 
Illich propone la "sociedad desescolarizada", una sociedad donde el aprendizaje no dependa de encerrarse en un aula, con un currículo obligatorio impuesto, y un profesor que tenga el control absoluto. En vez de eso, soñaba con redes abiertas de aprendizaje, donde cualquiera pudiera conectar con otras personas para compartir saberes, intereses, habilidades... (como una especie de Tinder) y así aprender lo que te interesa y sin necesidad exámenes ni diplomas.

Lo que Illich me hizo ver (y otras cosas que resonaron en mí)
Luego pensé, ¿Cuántas veces hemos sentido que la escuela mata la curiosidad? ¿Cuántas veces ha conseguido matarla? ¿Qué pasa con todo aquello que la escuela no toma como "válido"? ¿Y con todas esas personas que tienen muchísimo conocimiento de lo que la escuela dice que NO es conocimiento? 

Bueno, estas y muchas mas preguntas me rondaban por la cabeza, pero es que cuando en Sociología, una de mis asignaturas favoritas hasta el momento, vimos ciertos conceptos, todo me quedó más claro:  

Por ejemplo, lo del arbitrario cultural de Bourdieu y Passeron. Ellos explican que la escuela no transmite “cultura” así sin más, sino un tipo de cultura específica: la de las clases dominantes. Esa cultura se presenta como si fuera “neutral” o “universal”, pero en realidad es arbitraria, y termina excluyendo a quienes no se ajustan a ella. Cuando Illich critica que la escuela legitima saberes y expulsa otros, está apuntando a lo mismo.

También pensé en el currículum oculto. Ese conjunto de normas, valores y comportamientos que se enseñan sin que estén escritos en ningún lado. Como por ejemplo, aprender a obedecer sin preguntar, competir en lugar de colaborar, o pensar que si no sacas buenas notas no vales. Y eso, aunque no esté en el plan de estudios, está muy presente en muchas aulas. Illich lo cuestiona de forma muy frontal: ¿por qué aceptamos sin más que “educarse” tenga que venir en ese paquete?

Y además está el tema de la institucionalización del aprendizaje. Illich decía que aprender debería ser algo natural, libre, impulsado por la curiosidad y el deseo. Pero en la escuela, aprender se convierte en una obligación, algo que hacemos para aprobar, para obtener títulos, para cumplir. Es como si el aprendizaje genuino quedase atrapado entre formularios, exámenes y horarios rígidos.

Y no me podía olvidar de algo que Illich también critica duramente: el credencialismo. Esa obsesión por los títulos y certificados como única forma válida de demostrar que sabemos algo. En nuestra sociedad, muchas veces no importa tanto lo que sabes hacer, sino si tienes un papel que lo acredite. Illich ve esto como un problema muy serio, porque reduce el aprendizaje a un trámite burocrático. Además, crea exclusión: si no accedes a la escuela (o no la terminas), parece que no vales, aunque tengas un montón de conocimientos que no se enseñan en ninguna clase. Y eso es muy injusto.

Reflexión

Todo esto me hizo pensar en cómo hemos naturalizado una idea bastante rígida de lo que significa “educarse”. Como si solo valiera lo que ocurre dentro de una institución, con horarios, exámenes, asignaturas y títulos. Pero… ¿y si aprender pudiera ser algo más libre, más adaptado a nuestras necesidades reales? ¿Y si las escuelas fueran espacios más abiertos, donde también se valorará lo que aprendemos fuera de sus paredes?

Obviamente, no estoy diciendo que haya que cerrar todas los colegios, eso es algo completamente exagerado, a la vez que utópico. Pero sí creo que Illich nos obliga a mirar con otros ojos cómo están organizadas nuestras instituciones educativas. ¿Qué pasaría si empezamos a desescolarizar un poco el aprendizaje? ¿Si apostamos más por redes, por proyectos, por aprendizajes colaborativos, por formas más humanas y menos competitivas de enseñar y aprender?

Yo me imagino una educación que no sea solo acumular títulos, así por que sí, sino compartir saberes. Donde se reconozca lo que aprendemos en la vida cotidiana, en comunidad, en los vínculos. Donde podamos aprender por el simple placer de descubrir cosas nuevas, sin pensar todo el rato en si eso “sirve para el currículum”.

¿QUÉ PENSÁIS VOSOTROS? Os quiero leooooo, muaaaaaa. ❤️


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